martes, 22 de febrero de 2011

Belleza...

La conocí en una fiesta a la que fui invitado por un muy buen amigo. Me dijo que indiscutiblemente conocería a alguna chica esa noche, pues había invitado a todas las familias de clase alta de los poblados aledaños.
Me vestí con mis mejores galas y me dirigí al festejo. Como siempre llegué puntual a casa de mi amigo. Me recibió de una manera cálida, como siempre, y me acompañó al interior de su morada, donde se encontraba una multitud de personas que platicaban formando grupos pequeños, reían, bebían y comían los bocadillos que les ofrecía la servidumbre. No faltaban los caballeros que cortejaban bellas chicas. Ni bellas chicas que murmuraban entre ellas cuando un caballero pasaba cerca de donde ellas estaban. No era mi tipo de ambiente, sin embargo estaba ahí a petición de mi gran amigo.
Me presentó con gente "importante", me limité a fingir una sonrisa discreta y a besar la mano de las damas que me presentaban y a saludar cordialmente a los caballeros. No ponía atención realmente. Comenzaba a aburrirme, este no era el tipo de lugares que solía frecuentar.
Estuve decidido a mentirle a mi amigo y decirle que había olvidado un asunto muy importante, cualquier cosa que me permitiera salir de ese lugar. Cuando desvié mi mirada y en un balcón vi a una chica a través del vidrio del ventanal, pensé que al igual que yo no se sentía cómoda en esa fiesta llena de pretensiones. Así que decidí salir a hacerle compañía.
Salí y me acerqué lentamente. Ella oyó mis pasos y volteó, me quedó mirando fijamente y yo quedé paralizado. Era la mujer más hermosa que haya visto en mi vida. Cuando pude tener control sobre mi la invité a tomar algo dentro. Y accedió.
Le dije que esperara mientras iba a servir las copas. Al regresar me sorprendió verla rodeada por una cantidad considerable de caballeros, dejé las copas en una mesa cercana y le pregunté a mi amigo si sabía quien era aquella bella chica, él negó conocerla, "quizá alguna invitada de un invitado" me dijo. Pero no le tomé importancia. Decidí no interrumpir los cortejos de aquellos caballeros hacia la chica y me despedí de mi amigo.
Una semana después llegó a casa una carta. La recibí y le di una moneda al chico que la había entregado. Me senté en mi sillón favorito y abrí la carta. La leí detenidamente, se trataba de una disculpa de esa bella chica, decía que lamentaba el haberme hecho a un lado y que para enmendar su falta me invitaba a un día de campo. Al día siguiente el muchacho volvió por la respuesta, le entregué el papel y se fue corriendo.
Tres días más tarde me encontraba en el lugar acordado, ella llegó puntualmente. Y preparamos todo para nuestro día de campo. Comimos, bebimos, platicamos de una forma muy amena hasta muy tarde. Hasta que llegó la hora de despedirnos.
Seguimos frecuentandonos hasta que formalizamos nuestra relación y finalmente nos casamos. Al principio creí que era el hombre más afortunado de todos por haberme casado con una mujer hermosa, era demasiado bella. Pero todo fue cambiando poco a poco. La belleza de mi esposa crecía día a día, cada vez que la veía no lo soportaba y tenía que desviar mi mirada. Ella se dio cuenta de que algo andaba mal y me preguntó dulcemente que pasaba. No supe que decirle, le mentí y le dije que estaba un poco preocupado por asuntos del trabajo y ella me dijo que no me preocupara que todo estaría bien. Pero poco a poco toleraba menos su belleza. Hasta que llegó un punto en el que su hermosura resultaba aberrante, tal belleza no era normal en este mundo, era espantosamente bella. Tenía que terminar con esto, pronto.
Entonces llegó el día, fingir ir al trabajo, esperé a que saliera de casa y entonces me apresuré a preparar todo.
La amaba tanto hasta el momento en que su belleza resultó aberrante a mi vista. No podía soportar su presencia. Entró a la casa y entonces escuché sus gritos desgarradores pidiendo ayuda, pero nadie acudiría. Moriría irremediablemente en unos cuantos minutos, de mientras escucharía sus gritos que sería como una pieza musical dedicada a mi tranquilidad, pues ese ese aberrante ser dejaría de existir en unos momentos. Volvería a mi tranquilidad. Lo deseaba. Y así fue. Volví al silencio.

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