miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Utopía? Quizá...

Eran exactamente las 5:00 a.m. y el despertador ya había comenzado a desempeñar su molesta función. Se levantó como siempre, era un día como muchos otros, no había nada diferente. Se cambió, desayunó y se despidió como todos los días anteriores.
 Ya en la calle todo seguía siendo igual, caminaba solo por las calles alumbradas. Se subió al camión que siempre lo lleva al metro. Atravesó los torniquetes del metro y se dirigió a los andenes. Como de costumbre el metro iba lleno, como si no cupiera un alma más, sin embargo logró entrar al vagón. De repente notó algo raro en el vagón, todas las personas que iban paradas eran hombres. Volteó hacia todos los asientos que estaban dentro de su rango de visión y fue mayor su sorpresa al ver que todas las personas que iban sentadas eran mujeres y personas mayores. Pensó que quizá no era tan tarde para recuperar la cortesía ni la educación de la sociedad en la que vivía. Al llegar a su destino se preguntó si este detalle se repetía o si el había tenido la suerte de subirse al único vagón en el que sucedía esto, esperó a que llegara el siguiente tren y observó atentamente todos los vagones y se llevó una sorpresa muy grande, al parecer ¡en todos ellos se repetía el fenómeno! Fue una sorpresa que no esperaba sin embargo tenía que irse. Salió y se dispuso a caminar en la fría intemperie, se estaba congelando (algo que era muy común en él), siguió el camino de siempre, se detuvo al contemplar una escena poco común en la ciudad: un señor vestido de traje y con una gabardina negra, todo un empleado de oficina de buen sueldo) le entregaba un abrigo a un mendigo que se encontraba sentado en el suelo. Cabe mencionar que la mayoría de personas que pasaban entregaban una moneda al desamparado. "¿Es el día de la cortesía, caridad y educación? Si esto fuera así todos los días..." Pensó y reanudó su camino. Llegó al almacén, saludó a la chica que le entregaba material todos los días y con la que hacía no mucho tiempo había comenzado una relación. Hasta antes de ese día, habían sido lo más discretos que habían podido, pero ese día eso no les importó mucho, parecía ser un buen día para hacer excepciones, y se saludaron de una forma mas cariñosa, sin importarles lo que dirían, simplemente lo hicieron. Y de todos modos nadie pareció haber notado nada raro. "Demonios, esto se pone cada vez mas raro, todos se contuvieron de hacer comentarios molestos e incómodos..." Pensó de nuevo. Llegó la hora de partir de ahí, se despidió de su novia de la misma manera en que se saludaron y de nuevo nadie dijo nada. Ya en la calle de nuevo notó algo más, quizá lo había visto pero no había puesto atención suficiente, al parecer todas las personas estaban contentas, todos se saludaban como si se conocieran, todos decían gracias y pedían las cosas por favor. Todo esto empezaba a parecer una broma masiva, pero era imposible que lo fuera. Notó que comenzaba a contagiarse de esa alegría, siguió caminando hasta que se olvidó de sus primeras impresiones de ese día, todo parecía marchar bien y él se sentía bien, ese sentimiento era altamente contagioso.
Al llegar a casa todo estaba tranquilo. Después de la cena se dispuso a ir a la cama. Después de la rigurosa lectura nocturna se dispuso a dormir. Apagó todas las luces y se acostó, pensaba en el cambio drástico del que fue testigo. De repente se dio cuenta de que escuchaba un murmullo. Trató de investigar de dónde provenía pero se escuchaba exactamente de la misma manera en todos los lugares a los que caminaba, no notaba cambio alguno en el volumen del sonido, parecía provenir de su cabeza. Se quedó escuchando atentamente tratando de distinguir lo que las voces decían pero no lo lograba. Sin embargo seguía atento, parecía que ahora las voces eran un poco mas altas. Poco a poco empezaba a escucharlas con mas claridad pero todavía no podía distinguir qué era lo que decían. Al parecer era como si dos personas estuvieran discutiendo, un hombre y una mujer eso estaba claro. Estaba intrigado y seguía concentrado en esas extrañas voces intentando captar algunos fragmentos de la conversación. Parecía que lo estaba logrando, comenzaba a entender algunas palabras pero estas no tenían coherencia, se quedó aún mas quieto y poco a poco las palabras comenzaron a formar oraciones:

-¡Llevamos un mes sin encontrar información acerca de este sujeto! ¡Ninguna identificación, historial clínico, antecedentes penales, nada! ¡Es como si nunca hubiera nacido y no existiera! ¡Además estamos gastando recursos que podrían ser usados en pacientes que tienen mas posibilidades de vivir que él!

-¡Esas no son razones que nos den el derecho de decidir sobre la vida de un ser humano!

-Ha llegado otro paciente y necesita esos aparatos...

-¡Debe haber algo mas que podamos hacer por el!

-No lo creo, el paciente que acaba de llegar es el hijo de un importante funcionario público, conducía en estado de ebriedad y chocó, debemos darle prioridad, ¡solo imagina en el problema que nos podemos meter si no atendemos con prioridad al hijo del funcionario!

-¡Está mal darle prioridad a un paciente solo porque es hijo de una persona influyente!

-¡Lo sé! Pero honestamente es una caso mas recuperable que éste. ¡Es muy difícil que alguien salga del coma después de un impacto de bala que ha hecho un daño de esta magnitud! Y aunque se saliera del estado de coma, nada garantiza que pueda ser la misma persona que era...

-Creo que ya tomaste la decisión, esta discusión no tiene caso...

Y de repente todo fue silencio y oscuridad entendió que él era el sujeto sobre el que discutían, comprendió que había estado viviendo una realidad a la que no pertenecía su cuerpo físico, ahora entendía porque ese día había sido diferente, porque había cambiado todo, aparentemente.
Todo parecía indicar que ese viejo óbolo tendría un uso útil después de todo...

viernes, 5 de noviembre de 2010

Perdido...

Ya era muy tarde. De nuevo se veía envuelto de espesa neblina, no podía ver por donde pisaba y la idea de que a cada paso que daba podría significar caer en un abismo inmenso no abandonaba su mente. No se dio cuenta en que momento se perdió ni en que momento se vio rodeado de esa neblina que entorpecía su camino, pero ya que lo pensaba bien no importaba, pues antes de verse en esa situación no sabía a donde se dirigía, así es no sabía hacia donde se dirigía pero al menos podía ver donde pisaba, podía ver su camino...
Ahora se encontraba dando vueltas por las esquinas del brumoso laberinto de la demencia. Sin saber cuando librar los obstáculos ocultos. Perdió la noción del tiempo. Pero seguía caminando. Quizá algún día encontraría la salida, era muy pronto para decir eso, sin embargo tenía esperanzas. Mientras seguiría buscando, dando vueltas por ese maldito laberinto sin paredes. A cada paso que daba solo deseaba encontrarse de frente con la Muerte, la obligaría a darle fin a esa agonía que estaba viviendo.
Y la única pregunta que pasaba por su mente era: ¿Dónde estás?
Y la única respuesta que recibió fue: ...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Por el bicentenario y el centenario

Nunca he sido una persona de patriotismo presumible, a secas digo que soy mexicana porque uno no elige el lugar donde nacerá, mucho menos el nombre con el que nos identificaremos, los apodos o la religión (a la mayoría de los mexicanos nos bautizan simplemente porque a nuestra familia así le parece y así lo decide, punto final).

Sin embargo y aunque parezca lo contrario, me agrada ser mexicana; de haber nacido en la tierra del taco y muchos envidiarán el hecho de que haya vivido en diversos sitios del país (bueno ubicados en el sureste). He viajado y recorrido emblemáticos museos, lugares y he conocido todo tipo de personas.

No puedo decir que esté orgullosa de ser mexicana, porque desafortunadamente me ha tocado vivir y ser testigo de abusos y discriminación; he visto a la mujer sumisa y humillada por el hombre y también he visto al hombre sumiso humillado por la mujer; al hombre explotado por el hombre; a los niños maltratados por hombres y mujeres; al perro callejero apaleado por los niños y hasta al gato flaco y enfermo como juguete de todos.

Viví temporalmente en cierta tierra, donde la niebla y el frío hacían que añorara parte de mi pasado, que me señalaba el presente y marcaba mi futuro. Un lugar donde el reloj no era indispensable; mucho menos importaba si tu calzado era original o pirata. Aquí las tazas de café se disfrutaban al máximo al igual que las pláticas, la compañía y la soledad.

Pero también existía pobreza, discriminación y marginación; donde muchas cosas básicas son un lujo para la población. Y aunque sabemos de su existencia nunca le damos importancia y somos simples espectadores de su vida cotidiana, porque ellos no importan, a la mayoría ni le va ni le viene.

Tampoco puedo sentirme orgullosa de un país que día a día se desintegra no sólo económica, política y moralmente sino también en cultura y educación. De un pueblo que en su mayoría está acostumbrado a leer el TV notas y ver Ventaneando; donde se pelean por ver quién es más guapo si Alatorre o Loret de Mola.

No puedo sentirme orgullosa de “artistas” como los fabricados por Azteca y su maravillosa Academia, ni de los que actúan en “novelitas” de Televisa. Pero sí puedo decir que estoy orgullosa de quienes en verdad estudian en conservatorios o escuelas, de aquellos que son autodidáctas y que en verdad respetan creen y crean arte.

Mucho menos estoy orgullosa del sistema educativo de mi país, ni de los “profesores” que desquitan sus horas de clase en la cantina, de aquellos que acosan alumnos (mujeres u hombres), de esos que piden un billete para echar una manita en la materia y menos de todos esos estudiantes que prefieren al holgazán, el que no les exige y al que pueden sobornar con una botellita de alcohol.

Pero si me enorgullecen esos catedráticos excelentes que no temen la competencia con sus destacados y potencialmente buenos alumnos. Aquellos que se toman a pecho el verdadero significado de la educación, junto con esos jóvenes que demandan calidad educativa, que gustan de trabajar bajo presión con el simple objetivo de saber más cada día.

No soy quien para juzgar o hablar mal de un país y de su gente, digamos que simplemente he entrado en un periodo de frustración total, donde las noticias del día a día terminan por desanimarme. El saber que hay un futuro incierto me hace imaginar infinidad de cosas ¿Y si debrayo un momento?

Anhelo un país donde la calidad educativa esté al nivel de las de Europa, sin maestros haraganes y convenencieros, sin alumnos mediocres ni fantoches. Un país donde todos podamos vivir con lo necesario, sin racismo, ni violencia… ¿Es mucho pedir? Sólo diré: Gracias UNAM por existir, eres el sueño de muchos.

Gracias a todas esas personas que se dedican a construir un mejor espacio para un buen futuro; gracias a esas mentes retrógradas que te animan a darle una cucharada de su propia medicina; gracias al mediocre porque permite que uno sea mejor cada día...

PD: No hay que soñar, hay que despertar y trabajar.