miércoles, 3 de noviembre de 2010

Por el bicentenario y el centenario

Nunca he sido una persona de patriotismo presumible, a secas digo que soy mexicana porque uno no elige el lugar donde nacerá, mucho menos el nombre con el que nos identificaremos, los apodos o la religión (a la mayoría de los mexicanos nos bautizan simplemente porque a nuestra familia así le parece y así lo decide, punto final).

Sin embargo y aunque parezca lo contrario, me agrada ser mexicana; de haber nacido en la tierra del taco y muchos envidiarán el hecho de que haya vivido en diversos sitios del país (bueno ubicados en el sureste). He viajado y recorrido emblemáticos museos, lugares y he conocido todo tipo de personas.

No puedo decir que esté orgullosa de ser mexicana, porque desafortunadamente me ha tocado vivir y ser testigo de abusos y discriminación; he visto a la mujer sumisa y humillada por el hombre y también he visto al hombre sumiso humillado por la mujer; al hombre explotado por el hombre; a los niños maltratados por hombres y mujeres; al perro callejero apaleado por los niños y hasta al gato flaco y enfermo como juguete de todos.

Viví temporalmente en cierta tierra, donde la niebla y el frío hacían que añorara parte de mi pasado, que me señalaba el presente y marcaba mi futuro. Un lugar donde el reloj no era indispensable; mucho menos importaba si tu calzado era original o pirata. Aquí las tazas de café se disfrutaban al máximo al igual que las pláticas, la compañía y la soledad.

Pero también existía pobreza, discriminación y marginación; donde muchas cosas básicas son un lujo para la población. Y aunque sabemos de su existencia nunca le damos importancia y somos simples espectadores de su vida cotidiana, porque ellos no importan, a la mayoría ni le va ni le viene.

Tampoco puedo sentirme orgullosa de un país que día a día se desintegra no sólo económica, política y moralmente sino también en cultura y educación. De un pueblo que en su mayoría está acostumbrado a leer el TV notas y ver Ventaneando; donde se pelean por ver quién es más guapo si Alatorre o Loret de Mola.

No puedo sentirme orgullosa de “artistas” como los fabricados por Azteca y su maravillosa Academia, ni de los que actúan en “novelitas” de Televisa. Pero sí puedo decir que estoy orgullosa de quienes en verdad estudian en conservatorios o escuelas, de aquellos que son autodidáctas y que en verdad respetan creen y crean arte.

Mucho menos estoy orgullosa del sistema educativo de mi país, ni de los “profesores” que desquitan sus horas de clase en la cantina, de aquellos que acosan alumnos (mujeres u hombres), de esos que piden un billete para echar una manita en la materia y menos de todos esos estudiantes que prefieren al holgazán, el que no les exige y al que pueden sobornar con una botellita de alcohol.

Pero si me enorgullecen esos catedráticos excelentes que no temen la competencia con sus destacados y potencialmente buenos alumnos. Aquellos que se toman a pecho el verdadero significado de la educación, junto con esos jóvenes que demandan calidad educativa, que gustan de trabajar bajo presión con el simple objetivo de saber más cada día.

No soy quien para juzgar o hablar mal de un país y de su gente, digamos que simplemente he entrado en un periodo de frustración total, donde las noticias del día a día terminan por desanimarme. El saber que hay un futuro incierto me hace imaginar infinidad de cosas ¿Y si debrayo un momento?

Anhelo un país donde la calidad educativa esté al nivel de las de Europa, sin maestros haraganes y convenencieros, sin alumnos mediocres ni fantoches. Un país donde todos podamos vivir con lo necesario, sin racismo, ni violencia… ¿Es mucho pedir? Sólo diré: Gracias UNAM por existir, eres el sueño de muchos.

Gracias a todas esas personas que se dedican a construir un mejor espacio para un buen futuro; gracias a esas mentes retrógradas que te animan a darle una cucharada de su propia medicina; gracias al mediocre porque permite que uno sea mejor cada día...

PD: No hay que soñar, hay que despertar y trabajar.

2 comentarios:

  1. Genial, exelente ensayo! Una crítica dura pero al mismo tiempo agradable de leer.
    Bienvenida Dukesa, espero que tú sí publiques, no como cierta desvergonzada jeje.

    ResponderBorrar