domingo, 8 de agosto de 2010

Esa noche lluviosa...

Esa noche en especial era demasiado oscura, más de lo normal. La lluvia opacaba de manera considerable la luz del alumbrado público, la escena perfecta. Al fin lo tenía, bajo su brazo derecho. Pero se mantenía callado, no había llanto alguno como cualquiera lo hubiera esperado. Caminé por la calle cuidando no ser visto por nadie, pero naturalmente en noches como aquella todos preferían quedarse en el calor de sus casas. Al llegar a un callejón decidí que era hora. Tomé a la criatura por un tobillo con mi mano derecha, ningún llanto todavía solo una mirada serena, tomé la pistola con la mano izquierda. Quizá la criatura no comprendía lo que aquello significaba, quizá si, es de las cosas que nadie se toma la molestia de investigar ni de saber. Levanté el brazo derecho para que la criatura que colgaba boca abajo de él llegara a una altura más cómoda. Eché un último vistazo para asegurarme que nadie me observaba. Ahí estaba, sosteniendo a un bebé en un callejón bajo la luz de una lampara que se encontraba en lo alto de un poste. Era hora, apunté directamente a la frente y sin dudarlo jalé el gatillo. Al parecer el ruido de la lluvia amortiguó el disparo, porque al parecer no hubo reacción alguna en las casas, todo seguía como si nada hubiera pasado. Podría decirse que era el crímen perfecto. Metí el cuerpo en una bolsa negra que había preparado con anticipación. Ahora solo tenia que arrojar el cadáver al contenedor de basura que estaba a unos metros. Me propuse a hacerlo, levanté la tapa del contenedor haciendo el menor ruido posible y justo entonces me inundo un fuerte sentimiento de angustia. Mi ritmo cardiaco aumentó de manera considerable y comencé a respirar rápidamente. ¿Qué iba a hacer con la bolsa que sostenía en mis manos? ¿Qué iba a hacer si al final me descubrían? ¿Porqué lo había hecho?...

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